Primer premio del Concurso Literario año 2011, sobre el tema Abuelos-nietos, convocado por la Diputación de Cádiz

Sin rostro

            Hoy me dijo tu madre que venías en su vientre. Siento que la primera imagen que tengas de mí sea esta, postrado en la cama, dependiendo de máquinas y tubos. Lo más seguro es que me quede poco tiempo en este mundo, por eso quiero aprovecharlo para conocerte y conversar.

            Todavía no sé  si eres hombre o mujer. Presiento tus ojos repasando cada rincón de la habitación. Te explicaré algunas cosas que no conoces:

            Ese receptor como una pantalla, por el que corre una cinta zigzagueante con un sonido tenue y cansado, es mi corazón. Ahí se detecta cómo está, pero no lo que siente. Si así fuera, la línea bailaría contenta por tenerte tan cerca.

            Sé que está marcando el final  del camino que inició hace muchos años. Y quiero contarte todo aquello que aprendí recorriéndolo.  Advertirte de cuantas piedras existen aunque no las veas. Muchas intentarán hacerte caer o cortarte el paso. No las temas, pero tampoco las apartes de mala manera.

            Verás que pequeños tubos introducen en mi cuerpo sustancias con las que pretenden distraer o alejar a una encapuchada que  quiere llevarme consigo. No  noto al personal muy seguro de poder conseguirlo. A veces, cuando creen que no les oigo, escucho decir:

            ---No hay nada que hacer. Se nos va.

            Pero me mantengo, no quiero hacerlo. Y ahora menos. Ya te contaré.
 
            Veo que te marchas. Me ha parecido sentirte cuando tu madre se ha acercado para besarme. Créeme que he tenido ganas de acariciarte, pero me lo ha impedido la enfermera al  cambiarme el dichoso gotero.

            Desde ahora estaré contando los minutos hasta verte aparecer de nuevo.

            Ya tengo un motivo para retrasar mi viaje.  ¡Tengo que decirte tantas cosas!

            Adiós, vuelve pronto.
           
         Cuando te fuiste pedí  papel y lápiz.  Deseé escribirte todo aquello que viniera  a mi mente cuando no estés. Estos del hospital se  sorprendieron, pensando que ya nada me interesaría de este mundo. Pasó la última visita y aproveché la escasa luz del piloto para hacerlo.

            Advertí que no tenía las gafas en la mesita y anoté en mi cerebro qué sería  lo primero que le pediría a la abuela.  De todos modos, lo intenté. Tendrás que hacer un esfuerzo para entender  la deforme letra que surge de mi puño tembloroso.

            Quiero decirte que has venido a alumbrar esta lúgubre habitación. Ahora he recuperado las ganas de luchar. Es esta una de  las advertencias que quiero hacerte.

            No desfallezcas nunca. Por muy difícil que te parezca la empresa, inténtalo.

             Piensa que nadie va a regalarte nada. Tendrás que conseguirlo con tu esfuerzo. Pero juega limpio, dormirás con la conciencia tranquila.

            Curiosamente esta noche no sentí el miedo de otras cuando apagan la luz. Entonces suelo quedarme solo con la compañía  que me da el arrullo de mi propio corazón. Hoy lo siento latir más reposado.

            La mascarilla me molesta. Con ella se me hace difícil escribir. Decido apartarla, aún a riesgo de perder el oxigeno que tanto necesito.

            Estoy todavía aturdido por la noticia de tu llegada.  Me había resignado a irme   de este mundo  sin conocer la virtud de tener un nieto. A ti debo este cambio en mi organismo y en mi espíritu. Ya cuento las horas y minutos que faltan hasta poder sentirte cerca otra vez.

            Esta tensión y la falta de aire me están provocando un cansancio extremo. He preferido tocar el timbre antes de esforzarme en ponerme la mascarilla. Incluso el gesto de guardar el bloc se me hace imposible.

                La enfermera ha llegado. Se ha sorprendido al verme de esta guisa, y más aún cuando ha notado que he escrito. Ha llamado al médico para ponerlo al corriente y me ha recomendado que permanezca en reposo. Les he pedido que guarden lo escrito. Intentaré dormir. Es la primera vez desde hace mucho tiempo que la noche no me asusta.

            El movimiento del hospital me ha despertado. Escuché al personal comentar mi cambio tan repentino. Pensaban que no me funcionaban mis “constantes vitales”. Alguien hizo mención al brillo de mis ojos y al acompasado ritmo del corazón. Lo achacan a un nuevo medicamento que probaron conmigo. Ahora dirán que me reanimó.

          Ya pienso en la hora de la visita.         

          Te presiento con ganas de correr hasta mis brazos. O será la ilusión que siempre tuve de sentirme rodeado por los de una criatura como llegarás a ser tú. Entretanto te soñaré cuando vengas hoy.

            No supe si dormía o viajaba por otros  mundos cuando desperté de un breve sopor al sentirte en la puerta.

            - Hola abuelo - Creí escuchar, enredado  en el ritmo del monitor.

            Así me llamarías cuando fuera a recogerte para llevarte al parque o a la escuela.    Yo te diré:

            - Abrígate y no te sueltes de mi mano.- Juntos iniciaremos el camino. Tú saltando y haciéndome llevar  un paso imposible.

             -  Mira las golondrinas. - Te asombrarás.

            - Sí, siempre vuelven en primavera. - Me sentiré orgulloso de enseñarte.

            Al regresar nos sentaremos en un banco y daremos de comer a las palomas. Tú intentarás coger una y te perderás entre el revuelo de todas.

            Escúchame. Pon atención, que no sé si tendré tiempo de contarte todo lo que quiero.

            No puedo esperar  que me preguntes. Deseo ponerte al corriente de todo cuanto vas a encontrarte en esta vida. También de la actitud que debes tomar ante muchas cosas.

            Ya tienes más de cuatro meses, debes comprender lo que te digo. Esa convicción quiero sentir cuando me aleje para siempre. Noto tu mirada sobre una sonrisa tierna y picarona.

            Tu madre, sentada, me habla. Asiento sin saber por qué. Solo tengo atención para ti.

            Apóyate siempre en tus padres. Respétalos y acepta que nadie, ¿me oyes?, nadie, te querrá nunca más que ellos. Todo lo que te digan será por tu bien, aunque a veces lo dudes.

            Fórmate. Dedica todo tu esfuerzo a prepararte para vivir honestamente, sin engaños ni abusos. Acepta que otros pueden tener tu misma ambición. Compártela que, si se quiere, hay para todos.

           Mira también hacia atrás. Otros puede que no posean lo mismo que tú. Ayúdales, te verás a ti mismo en su gratitud.

            Respeta la libertad de todos. Cada uno tiene un motivo para defenderla y una causa por la que luchar. No avasalles ni te dejes avasallar, nadie tiene derechos sobre los otros.

            Siento que te vayas. He pedido a tu madre que se quede un momento a mi lado. Que me coja la mano. Quiero notar tu presencia. Tenerte cerca. No he podido reprimir el impulso de acariciar su vientre, tu actual morada.  Ella lo ha comprendido y ha llorado. Yo soy más feliz que nunca.

            Hoy no escribiré, tengo la sensación de que te llegan mis pensamientos. Que un hilo mágico nos une. Prefiero ahorrar fuerzas para acompañarte, recorriendo tantos lugares bonitos como quiero enseñarte. Te sigo al desaparecer por la puerta. Sé que te has vuelto levantando la mano y regalándome una sonrisa en señal de despedida.
           
            Al irte he rechazado el papel y el lápiz. En él no cabría todo lo que tengo que decirte. Decididamente te hablaré. Ahora sé que me escuchas. Me será difícil  soportar las horas que faltan hasta que vuelvas. Atiendo con más interés que nunca las recomendaciones de mis cuidadores. Ahora soy uno más en el equipo que lucha por mantener en funciones este delicado corazón.

            Me distraigo pensando en todo lo que quiero decirte mañana. Haré una lista mentalmente para que no se me olvide nada. Sólo me iré tranquilo en el momento que crea que te he preparado lo suficiente para recorrer el camino. Hasta entonces, tengo prohibido morirme.

            A partir de ahora me uno al grupo médico que analiza constantemente mi estado. Intento incluso mantenerme despierto. No quiero que ninguna complicación me sorprenda dormido.

            Sueño despierto. Te pongo cara. De niño o de niña, me da igual.
           
            Pensé que tu madre había notado algún empeoramiento. No la esperaba hoy tan temprano. Me parece que intuye algo de mi conversación contigo. Dice que quiere ir a la tienda a comprarte ropa. Por eso adelantó la visita.

            Por día te siento más alegre al encontrarnos, y eso que todavía no te he regalado ninguna chuchería de las que venden en la tienda de la esquina, ni te he llevado  al circo, o al fútbol, o a la Plaza de las Flores. Seguramente serán suposiciones mías.

            No quiero perder tiempo. Tengo todavía algunas recomendaciones que hacerte.

            Escúchame. Quiero que defiendas siempre todo lo nuestro. Que sientas orgullo de ser gaditano y andaluz, pero no se lo impongas a nadie. Respeta que otros opinen lo mismo de su tierra.

            Participa en todo lo tradicional. Lleva el amarillo como símbolo de juego limpio y motivo de unión entre aficiones. Diviértete sana y alegremente en nuestros carnavales. Piensa que la alegría es la mejor de las medicinas para el espíritu, incluso para el cuerpo.

            Recorre nuestra provincia.  Disfrutarás del inmenso tesoro que tenemos en su diversidad de paisajes y costumbres. Llénate del aroma y el color de nuestro mar, pero no olvides la serenidad y sabiduría de nuestros campos. Ten presente que vivimos en un lugar de privilegio, cuna de muchas culturas y exponente de la libertad.

            Si alguien te habla de mí, defiéndeme. Dile que si le hice mal, no fue mi intención, siempre viví deseando lo mejor para todos. Y quiero  que me sigas en eso. Comprobarás que es el mejor de los caminos para ser feliz.

            Creo que te estoy cansando. Yo también me siento desfallecer. Hasta el intento de comunicarme contigo me resulta un esfuerzo extraordinario.

            Parece que tu madre lo ha adivinado. Ha permanecido junto a la cama más tiempo que otras veces.  Te miro y cierro los ojos imaginándote. Adormilado te sentí marchar.    

            Cuando desperté me preocupó no verte a mi lado.

            El equipo médico está sorprendido de mi evolución. Dicen que nadie fue capaz de resistir tanto tiempo con esta misma dolencia. Les he prometido entre guasas que voy a luchar para seguir  impresionándoles.
           
            He pasado la noche en un duermevela. Ora inquieto, ora relajado. Cada vez me siento más orgulloso de ti. Te he notado atento y con intención de obedecerme. ¡Cómo me gustaría verte siempre rodeado de amigos! Son otro soporte. Algunos llegarán a ser parte de ti mismo. No les falles nunca, es la mayor de las desilusiones.

            Ha llegado tu madre con lágrimas en los ojos. Siente tener que viajar unos días a otro lugar. El trabajo le obliga. Me mira con gesto de despedida. Yo le animo.

            Antes de irte deseo hacerte las últimas advertencias.

            Ama la paz y piensa que no son necesarias las guerras para conquistar. La razón y la palabra son las mejores armas.

            Respeta las leyes y colabora para mejorarlas, pero siempre buscando el bien de los más pobres y necesitados. No te sientas superior a nadie, siempre habrá alguien que te supere.

            Te vas. Retengo la mano de mamá recomendándole que cuide de ti. Llora. Piensa que no me volverá a ver. Le prometo que estaré aquí esperándoos.

            Os veo partir sin dejar de mirarme. Tuve ganas de gritarte:¡ Ten cuidado, que vas a tropezar! La puerta se cerró.

            No sé si estaré aquí cuando vuelvas, pero sí que valió la pena toda una vida para disfrutar de estos últimos días.

   Hasta que regreses.

    Te quiere, tu abuelo